El cicloturismo genera más de 44.000 millones de euros anuales en Europa.
En toda Europa, cada vez más viajeros eligen ver el continente desde el sillín de la bicicleta. El que fuera un deporte de resistencia de nicho es ahora una forma creciente de viaje ecológico y de bajo impacto que está ganando impulso a medida que Europa adopta formas más sostenibles de moverse y explorar.
De hecho, según la Federación Europea de Ciclistas (ECF, por sus siglas en inglés), se calcula que cada año se realizan 2.300 millones de viajes en bicicleta por toda la UE, desde aventuras de varios días en bicicleta hasta tranquilos paseos por la orilla del río que van mucho más allá de los desplazamientos urbanos.
Con motivo del Día Mundial de la Bicicleta, celebrado cada 3 de junio desde 2018, no hay mejor momento para adoptar una forma de viajar que es tan buena para su bienestar como para el mundo que le rodea.
El auge de las dos ruedas en Europa
El amor por el ciclismo está profundamente arraigado en el ADN de Europa. Al fin y al cabo, es el continente del Tour de Francia, el Giro de Italia y la Vuelta a España. Pero el reciente auge de los viajes sobre dos ruedas no se debe únicamente a las carreras por etapas de élite.
Cada vez son más los viajeros de a pie que planifican sus vacaciones ciclistas en torno a rutas lentas y pintorescas que ofrecen una forma más envolvente y ecológica de explorar el mundo.
Según la ECF, el cicloturismo genera actualmente más de 44.000 millones de euros al año y da sustento a miles de pequeñas empresas, desde pensiones rurales hasta tiendas de alquiler de bicicletas. En muchos casos, los ciclistas ayudan a extender el turismo más allá de los lugares habituales, aportando ingresos adicionales o fuera de temporada a ciudades y regiones menos visitadas.
Y si añadimos los beneficios económicos derivados de la mejora de la salud y el ahorro de combustible, la ECF calcula que el ciclismo produce 150.000 millones de euros en beneficios totales para Europa.
Los beneficios del cicloturismo van también más allá de la economía. Ir en bicicleta, incluso para viajes cortos, contribuye a varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, desde la reducción de las emisiones de carbono hasta la mejora de la salud física y mental, pasando por la creación de sistemas de transporte más inclusivos y accesibles. No es de extrañar que los viajeros cambien cada vez más los largos trayectos en coche y en avión porexperiencias al aire libre que pisan ligero y dan prioridad al bienestar.
Una iniciativa que impulsa el cambio
En el centro del renacimiento de la bicicleta en Europa está EuroVelo, una red continental de rutas ciclistas de larga distancia diseñada para fomentar los viajes sostenibles y construir una Europa mejor conectada.
Una vez completada, la red abarcará casi 61.000 kilómetros y conectará el continente a través de 17 rutas temáticas desarrolladas y coordinadas por la ECF. En 2023, ya se habían construido más de 56.000 kilómetros, en su mayoría por carriles bici específicos o carreteras tranquilas y con poco tráfico mejoradas con nuevos carriles aptos para bicicletas.
Cada ruta tiene una identidad propia. EuroVelo 1, la Ruta de la Costa Atlántica, abraza la costa occidental de Europa a lo largo de más de 10.600 kilómetros, desde el norte de Noruega, pasando por el Reino Unido e Irlanda, Francia y España, hasta Portugal.
EuroVelo 6, la Ruta de los Ríos, recorre el Loira, el Rin y el Danubio por el centro del continente antes de llegar al mar Negro. Y EuroVelo 13, la llamada Ruta del Telón de Acero, une las antiguas fronteras de la Guerra Fría hasta los confines de Turquía y Grecia, convirtiendo una línea antaño divisoria en un camino de descubrimientos.
Nuevas rutas y nuevas posibilidades
EuroVelo sigue expandiéndose por el continente. En 2023, la ECF anunció planes para EuroVelo 16, una Ruta Ciclista Ibérica de casi 1.900 kilómetros. En 2028, la ruta unirá Lisboa y Pamplona con un recorrido por el Alentejo, Toledo, Madrid y las estribaciones de los Pirineos.
Pero otras rutas están demostrando ser igual de populares. La Bay Cycle Way, una ruta de 130 kilómetros que une la isla de Walney, en Barrow-in-Furness, con Glasson Dock, en Lancaster, atrae a tres millones de ciclistas al año, según sus fundadores, la Morecambe Bay Partnership.
Ahora, los Gobiernos nacionales también están dando un paso al frente. El Reino Unido anunció en febrero una financiación de casi 355 millones de euros para mejorar las infraestructuras para peatones, ciclistas y ciclistas en Inglaterra. La inversión añadirá 300 millas de nuevas rutas, creará cruces más seguros y proporcionará formación gratuita en ciclismo a cientos de miles de escolares.
La ciudad de Manchester va un paso más allá, con el objetivo de hacer ampliamente accesibles las denominadas rutas de 'desplazamiento activo' a través de su Red Abeja de rutas a pie, en bicicleta, en autobús y en tranvía. "Nuestro plan de conectar al 95% de nuestros residentes a menos de 400 metros de rutas de desplazamiento activo de alta calidad es posiblemente el más audaz del país", declaró el alcalde de Manchester, Andy Burnham, en un comunicado.
A medida que los Gobiernos invierten en infraestructuras favorables al uso de la bicicleta y que más viajeros buscan formas significativas y de menor impacto para explorar, la bicicleta destaca por su sencillez y alcance.
Tanto si se trata de un paseo de fin de semana por el Danubio como de un viaje de un mes desde Noruega a Portugal, la bicicleta se está convirtiendo en un activo turístico y en un bien público que permite conocer Europa con otros ojos y dejando menos huella.