El auge de las ventas online de adelgazantes como Ozempic expone a los consumidores a falsificaciones y efectos graves sin control médico.
En un mundo acelerado —comida rápida, moda rápida, tecnología inmediata—, no sorprende que la pérdida rápida de peso se haya convertido en una nueva obsesión. Esta demanda ha impulsado el uso generalizado, con fines estéticos, de medicamentos recetados para la diabetes como Ozempic y Mounjaro.
Estos fármacos, de la clase GLP-1, fueron desarrollados para tratar la diabetes tipo 2. Sin embargo, su efecto secundario —una notable pérdida de peso— los ha hecho populares entre personas sin necesidades médicas reales. Expertos en salud advierten que esta tendencia podría derivar en una crisis mundial.
Cifras que alarman a los expertos
Más de 1.000 millones de personas tienen obesidad y más de 830 millones padecen diabetes. En Europa, más de la mitad de la población adulta tiene sobrepeso y el 17 % es clínicamente obesa. La Federación Mundial de Obesidad prevé que en 2050 el 60 % de los adultos en todo el mundo estarán en esta categoría.
Medicamentos como Ozempic, Wegovy, Mounjaro o Saxenda, todos de la clase GLP-1, se desarrollaron como respuesta médica a estas cifras. Regulan los niveles de insulina, ralentizan la digestión y reducen el apetito, permitiendo que algunos s pierdan hasta un 15 % de su peso corporal.
Para quienes padecen obesidad o enfermedades asociadas, estos medicamentos representan un avance notable. Pero en otros casos, sobre todo entre jóvenes preocupados por su imagen corporal, se han convertido en un atajo para adelgazar sin esfuerzo, sin necesidad de dieta ni ejercicio. En una sociedad acelerada y dominada por filtros digitales, crece la disposición a eludir el criterio médico.
Aunque su venta está restringida legalmente en la mayoría de países, Ozempic y otros medicamentos similares pueden obtenerse con sorprendente facilidad. Basta una búsqueda en Internet para encontrar decenas de páginas que ofrecen consultas médicas digitales, donde los s rellenan un cuestionario, suben un documento de identidad y, en muchos casos sin hablar con un médico, reciben una receta.
En ciertos países, el proceso es aún más permisivo. Algunas plataformas no exigen el a historiales médicos verificables, lo que permite a cualquier manipular datos o imágenes y engañar al sistema. Además, farmacias locales en países como Polonia, Turquía, Grecia o Kosovo han sido señaladas por ofrecer estos medicamentos fuera de los canales oficiales, pese a la normativa vigente.
Un mercado gris en expansión
Un mercado gris en expansión cubre los vacíos normativos. Grupos privados en apps de mensajería actúan como auténticos mercados negros digitales. En minutos, es posible consultar listados, realizar pedidos y pagar por medicamentos GLP-1 no regulados, sin control ni prescripción. Algunos incluso comparten imágenes celebrando la entrega, transformando el riesgo sanitario en contenido viral.
El auge de las ventas sin receta conlleva riesgos graves. Los GLP-1 no están exentos de efectos secundarios, sobre todo si se toman sin supervisión médica. Entre los síntomas más comunes: náuseas, vómitos, diarrea, estreñimiento, pérdida de apetito y deshidratación. Pero hay complicaciones más serias, como pancreatitis, problemas en la vesícula que requieren cirugía, pérdida muscular, daño renal o hipoglucemia, especialmente si se combinan con otros fármacos. En estudios con animales, incluso se han detectado tumores tiroideos.
Otro peligro es el de los productos falsificados. En 2023, autoridades de Austria y el Reino Unido informaron de hospitalizaciones provocadas por plumas falsas de Ozempic, algunas de las cuales contenían insulina en lugar de semaglutida. La Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió una alerta global tras detectar versiones adulteradas de semaglutida en Reino Unido, EE.UU. y Brasil.
Plataformas digitales sin control
Pese al aumento de la concienciación, la aplicación de la ley sigue siendo insuficiente. Muchas ventas se producen en plataformas de mensajería, donde la supervisión es mínima. Grupos privados con nombres como 'fitness' o 'salud' funcionan como escaparates de productos ilegales. Los algoritmos no distinguen entre información útil y contenido dañino, hasta que alguien sufre las consecuencias.
Este vacío pone de manifiesto un creciente punto ciego en la regulación. Las autoridades sanitarias pueden vigilar farmacias y clínicas, pero las plataformas de comunicación más populares del mundo siguen siendo un terreno en gran medida no regulado en lo que respecta al tráfico de drogas.
Un portavoz de la Comisión Europea recordó que, bajo la Ley de Servicios Digitales (DSA), las plataformas deben proteger a los consumidores. La normativa exige que los s puedan denunciar contenidos y productos ilegales, que las plataformas los retiren y que los mercados en línea rastreen a sus vendedores.
"La DSA obliga a hacer frente a la difusión de contenidos y productos ilegales", afirmó el portavoz, añadiendo que la Comisión supervisa su cumplimiento y no dudará en abrir nuevos procedimientos.
El auge de los fármacos adelgazantes plantea un nuevo dilema médico y social. Son herramientas potentes, con capacidad para transformar vidas, pero solo si se usan de forma segura y justificada. Mientras los reguladores intentan adaptarse a la demanda, las tecnológicas y plataformas deben asumir también su responsabilidad. La salud no es solo una cuestión personal: es sistémica. Y sin mayor protección, la búsqueda de soluciones rápidas puede acarrear graves consecuencias a largo plazo.