El Papa Francisco, fallecido este lunes, había pasado varias semanas hospitalizado debido a una infección respiratoria.
El Papa Francisco fue tratado de una neumonía bilateral, una infección en ambos pulmones, antes de morir el lunes a los 88 años. Si bien la Santa Sede aún no ha comentado la causa de la muerte del pontífice, el Papa estuvo en el hospital durante 38 días por una infección respiratoria hasta el 23 de marzo.
La Santa Sede dijo en ese momento que el Papa tenía "infección polimicrobiana", es decir, impulsada por múltiples gérmenes. Se trataba de una infección pulmonar crónica y otra aguda, denominadas respectivamente bronquiectasia y bronquitis asmática. A pesar de ello, la Santa Sede afirmó que el Papa se encontraba "de buen humor".
La neumonía es una infección que inflama los sacos aéreos de uno o ambos pulmones, pudiendo causar tos, fiebre, escalofríos, cansancio y dificultad para respirar, según el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés). Suele estar provocada por una infección bacteriana, vírica o fúngica, y puede contagiarse de alguien que ya la padezca.
Esta infección respiratoria puede tratarse en un par de semanas con antibióticos entre la población general, pero la neumonía puede ser potencialmente mortal para los mayores, los bebés y las personas con afecciones cardíacas o pulmonares.
El Papa Francisco habría corrido un mayor riesgo de padecer afecciones pulmonares, ya que le extirparon el lóbulo superior del pulmón derecho cuando tenía 20 años, debido al desarrollo de una afección llamada pleuresía. La Santa Sede también dijo en febrero que el Papa padecía bronquitis astemática, que es asma y bronquitis aguda combinadas.
¿Por qué son más vulnerables los pacientes mayores?
Según un estudio publicado en 2003 por la 'Revue Médicale Suisse', la incidencia de la neumonía en ancianos que viven en casa se estima entre 25 y 44 por cada 1.000 personas, es decir, cuatro veces más que en adultos jóvenes. Además, la enfermedad conlleva más hospitalizaciones, una mayor mortalidad a corto y largo plazo y un mayor riesgo de complicaciones.
Una de las causas es que la eficacia del sistema inmunitario, que sirve para luchar contra las infecciones, disminuye con la edad. Las capacidades del sistema respiratorio también se debilitan a medida que envejecemos, lo que significa que la tos, una de las formas que tiene el organismo de combatir la infección, es menos eficaz. La flora bacteriana de la boca, que constituye una barrera contra los agentes patógenos, también está sujeta a cambios con el tiempo y puede ser "colonizada" por bacterias potencialmente nocivas.
Las investigaciones del estudio citado más arriba demuestran que sólo el 8% de los adultos jóvenes tenían bacterias potencialmente nocivas en las vías respiratorias superiores, mientras que esta proporción era del 20% entre las personas sanas mayores de 65 años.
La neumonía también es más difícil de diagnosticar en las personas mayores porque las manifestaciones habituales de la enfermedad, como la fiebre y la tos, suelen ser menos graves o estar ausentes en comparación con los pacientes más jóvenes. El deterioro cognitivo, la apatía y la pérdida de conciencia pueden ser síntomas entre las personas mayores, lo que puede retrasar el tratamiento. La neumonía también puede agravar enfermedades ya existentes.
¿Cómo puede prevenirse?
El Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS) aconseja a las personas mayores de 65 años que se vacunen contra dos enfermedades, ya que el riesgo de neumonía es mayor: la vacuna antigripal y la vacuna antineumocócica. Ambas pueden istrarse al mismo tiempo.