Usadas desde la antigüedad, las algas comestibles regresan a los titulares. Algunos países europeos las consumen en sus platos, otros no. ¿Cuántas hay en el Mar del Norte y cuáles se comen? Con este proyecto piloto, AlgaeFood, se busca incentivar su uso.
Jamileh Javidpour, bióloga y profesora, explica que la diversidad de especies de macroalgas es enorme. Cita como ejemplo la zona de mayor salinidad del estrecho danés, donde se han identificado hasta 400 especies, añadiendo que solo pueden utilizarse entre 20 y 30 variedades diferentes.
“El proceso es muy sencillo. Siempre que sepas qué especies puedes cosechar, puedes cortar la hoja fresca, limpiarla y usarla en la cocina”, explica Jamileh Javidpour.
Algunas se consumen en polvo como aderezo, otras crudas o en guisos. Las algas comestibles son bajas en grasas saturadas y calorías, lo que puede contribuir a una alimentación más saludable. Sin embargo, su consumo no está recomendado en algunos casos, como en personas con problemas de tiroides, niños y mujeres embarazadas.
En Asia, las algas forman parte fundamental de la dieta, pero en Europa su consumo es más variable. Javidpour destaca que, por ejemplo, en Irlanda el consumo de algas es más común, a diferencia de otros países costeros como Dinamarca, Francia o España, donde el pescado sigue siendo el alimento marino predominante.
“Constatamos que su producción varía: se utilizan en tentempiés, productos frescos, pesto y comida de estilo occidental. Vemos que la gente quiere probarlas y repite”, explica.
La bióloga espera que los inversores y la industria también perciban esta necesidad y que exista un mercado consolidado para 2030.