Las sequías y la disminución de los recursos empujan a los animales a asaltar las aldeas en los límites de parques nacionales, destruyendo cultivos e infraestructuras y, en ocasiones, hiriendo o matando a personas. Un equipo de guardas forestales armados con GPS tratan de solventar la situación.
El oficio voluntario de Capon Sibanda no es el más adecuado, precisamente, para los amantes de rutina y la tranquilidad. Cuando las alertas de su GPS indican que una manada de elefantes se dirige a las aldeas cercanas al Parque Nacional de Hwange, en Zimbabue, Sibanda debe publicar avisos en varios grupos de WhatsApp antes de salir a toda velocidad en bicicleta para informar a los residentes cercanos sin teléfono ni a la red.
El nuevo sistema, que rastrea a los elefantes con collares GPS, fue puesto en marcha el año pasado por la Autoridad de Gestión de Parques y Fauna Salvaje de Zimbabue y el Fondo Internacional para el Bienestar de los Animales. Su objetivo es evitar encuentros peligrosos entre personas y elefantes, que son más frecuentes a medida que el cambio climático agrava la competencia por la comida y el agua. "Cuando empezamos era más bien un reto, pero se está convirtiendo en algo fenomenal", afirma Sibanda, uno de los voluntarios locales -aunque recibe cierta remuneración en especie- formado para ser un guardián comunitario.
¿Por qué aumentan los conflictos entre elefantes y humanos?
Durante generaciones, los aldeanos golpeaban sus vasijas, gritaban o quemaban estiércol para ahuyentar a los elefantes. Pero el empeoramiento de las sequías y la disminución de los recursos han empujado a los animales a asaltar las aldeas con más frecuencia, destruyendo cultivos e infraestructuras y, en ocasiones, hiriendo o matando a personas.
Se calcula que la población de elefantes de Zimbabue ronda los 100.000 ejemplares, casi el doble de la capacidad del país. El país lleva casi cuatro décadas sin sacrificar a estos mamíferos. Ello se debe a la presión de los activistas por la conservación de la fauna salvaje y a que el proceso es costoso, según el portavoz de los parques, Tinashe Farawo.
Los conflictos entre humanos y animales salvajes como elefantes, leones y hienas acabaron con la vida de 18 personas en todo el país sudafricano entre enero y abril de este año, obligando a las autoridades de los parques a matar a 158 animales "problemáticos" durante ese periodo. "Las sequías son cada vez peores. Los elefantes devoran lo poco que cosechamos", afirma Senzeni Sibanda, concejal y agricultora local, mientras cuida su cosecha de tomates con estiércol de vaca en un huerto comunitario que también sirve de apoyo a un programa de alimentación escolar.
La tecnología apoya ahora a las tácticas tradicionales para ahuyentar a los proboscidios. A través de la plataforma EarthRanger, las autoridades rastrean en tiempo real a los elefantes con collar. Los mapas muestran su proximidad a las zonas fronterizas entre el parque y las concesiones de caza de las tierras comunitarias.
El sistema registra los daños causados por los elefantes
Una mañana, desde un restaurante del parque, el director de operaciones Arnold Tibha observa los iconos que se mueven en su ordenador portátil mientras espera su desayuno. Cuando un icono cruza una línea roja, señal de infracción, suena una alerta. "Vamos a poder ver las interacciones entre la fauna salvaje y las personas", dice Tshipa. "Esto nos permite destinar más recursos a zonas concretas".
El sistema también registra incidentes como daños a las cosechas o ataques a personas y ganado por parte de depredadores como leones o hienas, pero también las represalias a la fauna salvaje por parte de los humanos. También rastrea la ubicación de guardas comunitarios como Capon Sibanda. "Cada vez que me levanto, cojo mi bicicleta y mi dispositivo y me pongo en marcha", explica Sibanda. Este recoge y almacena datos en su teléfono, normalmente con fotos. En un abrir y cerrar de ojos alerta a los guardas forestales y a los aldeanos, explica. Su compromiso le ha granjeado la iración de los lugareños, que a veces le regalan cosechas o carne. También recibe una asignación mensual de alimentos por valor de unos 80 dólares (71 euros), además de datos de Internet.
El director de la agencia de parques, Edson Gandiwa, dice que la plataforma garantiza que "las decisiones de conservación se basen en datos científicos sólidos". Aldeanos como Senzeni Sibanda afirman que el sistema está cambiando las cosas: "Seguimos golpeando cacerolas, pero ahora recibimos avisos a tiempo y los guardas reaccionan con más rapidez".
"Tenemos demasiados elefantes", afirman los locales pese a que las dos especies africanas están en peligro de extinción
Aun así, la frustración persiste. Sibanda ha perdido cultivos e infraestructuras hídricas por las incursiones de los elefantes y quiere medidas más contundentes. "¿Por qué no los sacrifican para que nos beneficiemos?", pregunta. "De todas formas tenemos demasiados elefantes". Su comunidad, en la que viven varios cientos de personas, recibe unos ingresos anuales de entre 10.000 y 80.000 dólares (8.915 y 71.326 euros), que se destina a reparar el agua o a vallar la zona. Sibanda quiere que aumente la cuota de caza de Zimbabue, que es de 500 elefantes al año, también para su comunidad.
El debate sobre los elefantes ha saltado a los titulares. En septiembre del año pasado, varios activistas protestaron después de que Zimbabue y Namibia propusieran sacrificar a estos animales para alimentar a las comunidades afectadas por la sequía. El entonces presidente de Botsuana ofreció regalar 20.000 elefantes a Alemania, y el ministro de Fauna y Flora Silvestres del país sugirió en broma enviar 10.000 a Hyde Park, en el corazón de Londres, para que los británicos pudieran "probar a vivir junto a los elefantes".
¿Puede ayudar el sistema de seguimiento de elefantes de Zimbabue?
El proyecto de colocación de collares de Zimbabue podría ofrecer una solución a las comunidades. Dieciséis elefantes, en su mayoría matriarcas, han sido equipados con collares GPS, lo que permite a los guardabosques rastrear manadas enteras siguiendo a sus líderes. Pero Hwange alberga unos 45.000 elefantes, y los responsables del parque afirman que este solo tiene capacidad para 15.000. Los responsables del proyecto reconocen que aún queda mucho por hacer.
En una reciente misión de colocación de collares, un equipo de ecologistas, veterinarios, rastreadores y guardas identificó una manada. Un tirador abatió a la matriarca desde lejos. Tras un rastreo con un dron y un camión, algunos del equipo le colocaron el collar, cuya batería dura entre dos y cuatro años. Otros recogieron muestras de sangre mientras los guardas vigilaban con rifles. Una vez colocado el collar, se le istró un antídoto y la matriarca salió tambaleándose hacia la naturaleza, agitando las orejas. "Cada segundo cuenta", dice Kudzai Mapurisa, veterinario de la agencia de parques.