Los palestinos han recurrido a quemar cualquier incluso libros para subsistir. Las obras que contienen la esencia del pensamiento humano y las experiencias de generaciones son el combustible que alimenta ahora los primitivos hornos de barro, que los habitantes de Gaza utilizan de nuevo.
En medio de las recurrentes crisis humanitarias que sufren los palestinos de la Franja de Gaza como consecuencia de la devastadora guerra en su territorio, ha surgido un fenómeno que encarna una dolorosa resistencia ante la privación de las necesidades más básicas. Miles de familias han recurrido a los antiguos hornos de barro para cocinar y hornear, después de que el combustible se convirtiera en un lujo debido a su escasez y alto coste.
Los hornos de barro ya no son solamente una herencia del pasado. Ahora se han convertido en un auténtico salvavidas que recuerda la amarga realidad de la reciente guerra israelí que ha hecho imposible la vida en la Franja de Gaza tras los ataques perpetrados por milicianos de Hamás el 7 de octubre de 2023.
Estos hornos dependen tradicionalmente de la combustión de leña o carbón, pero como estos materiales han escaseado debido a la destrucción de las instalaciones y a las severas restricciones a la entrada de combustible y ayuda humanitaria en el territorio, los palestinos han recurrido a quemar cualquier cosa inflamable. Así, arden las cajas de cartón vacías, trozos de plástico, restos de muebles de casas bombardeadas... ¡Incluso libros! Las obras que contienen la esencia del pensamiento humano y las experiencias de generaciones se han convertido en el combustible que alimenta los primitivos hornos de barro a los que los ciudadanos de Gaza han tenido que recurrir y en los que las páginas de valiosos manuscritos y joyas literarias se convierten en cenizas.
Hornos de barro con libros como combustible frente al hambre
La escena cotidiana en todos los rincones de la Franja de Gaza muestra a mujeres y niños recogiendo basura bajo el sol, mientras los hornos emiten los olores de una mezcla química asfixiante, mezclando el aroma a pan recién horneado con las toxinas del plástico quemado. Um Montaser, que utiliza un horno de barro para hornear, señala: "la guerra no nos ha dejado otra opción". Así, añade: "aunque sepamos que el humo nos está matando, el hambre es más rápida". Consciente de su situación se pregunta "qué pueden hacer cuando bombardean sus casas y terminan con sus medios de vida".
Los hornos de barro se han convertido en un testimonio viviente de la invención de la supervivencia. Mohammed, propietario de un horno de barro, explica por qué la gente recurrió a construirlos. "La mayoría de las panaderías que funcionaban con combustible o electricidad han dejado de funcionar. Algunas quedaron completamente destruidas bajo los bombardeos, y otras cerraron sus puertas por falta de combustible tras el bloqueo de los pasos fronterizos el 6 de mayo", explica.
Señalando un montón de escombros convertido en un rudimentario horno, Mohammed añade: "No tuvimos más remedio que construir nuestros propios hornos con los restos de nuestras casas destruidas. Cocinamos casi todo en ellos". Así, cuenta que para alimentar su horno utiliza principalmente páginas de libros, cuadernos, cartón y restos de muebles. En caso de escasez o precios elevados, recurre a otras alternativas, sin excluir nada que pueda quemarse para encender el horno y ganarse su sustento y el de sus hijos. Señala con cierta rabia que ha quemado muchos trabajos de investigación científica y tesis de máster y doctorado de personas muy conocidas en el sector.
Según la Oficina de Información del Gobierno, más del 98% de las panaderías que dependen del gas utilizado para cocinar en la Franja de Gaza han dejado de funcionar por completo y, al parecer, muchas panaderías centrales han sido destruidas desde el comienzo de la guerra de Israel contra Hamás. El Centro Palestino de Estadística estima el número de panaderías en la Franja de Gaza en 2.120, tanto automáticas como manuales, que consumen unas 14.000 toneladas de trigo al mes.
Una biblioteca de 35 años utilizada como combustible alternativo al gas de cocina
En un extraño y doloroso incidente, el escritor e investigador Mahmoud Assaf, que a lo largo de 35 años acumuló las obras que componían la biblioteca de su casa, no podía imaginar que un día recibiría una oferta de un comerciante para comprarla y utilizarla como combustible para hornear alimentos.
Assaf cuenta cómo alguien le ofreció comprar su valiosa biblioteca, que ha dado lugar a 25 libros y artículos publicados internacionalmente, para utilizarla como combustible, y se pregunta "cómo ha podido quemarse un legado de sus logros y sueños y cómo una llamada convirtió su biblioteca en símbolo de una doble pérdida: El hambre del cuerpo y la quema de la memoria". Algunos ciudadanos de la Franja de Gaza señalan que ahora los libros se venden por kilos, cada uno según su potencial como combustible.
Enfermedades tras la inhalación de humo
Los primitivos hornos de la Franja de Gaza se han convertido en fuente de una epidemia silenciosa. El doctor Mohammed al Madhoun, especialista en tórax del Hospital de los Mártires de Al Aqsa, advierte de las consecuencias de inhalar humos tóxicos procedentes de la quema de madera y plástico para cocinar, que se mezclan con los restos de materiales de los bombardeos israelíes para formar un "cóctel mortal" diario.
Al Madhoun explica que esos humos paralizan los cilios respiratorios, encargados de purificar el aire, provocando enfermedades graves como embolia pulmonar y dificultad respiratoria. Así, advierte: "La asfixia y la hipoxemia pueden provocar la muerte en cuestión de minutos, sobre todo en niños y ancianos".
Sin embargo, el mayor peligro reside en las repercusiones a largo plazo, como es el caso del cáncer de pulmón como consecuencia de la inhalación de partículas de plástico quemadas, que provoca infecciones pulmonares crónicas que desembocan en insuficiencia respiratoria. "Los pulmones pierden su capacidad de autodepuración, y cada respiración se convierte en un paso hacia una muerte lenta", concluye, refiriéndose a una catástrofe humanitaria por la que generaciones enteras están pagando el precio.
Mientras continúa la crisis humanitaria, especialmente en el norte de la Franja de Gaza, las organizaciones de ayuda humanitaria se esfuerzan por satisfacer las crecientes necesidades en medio de unas condiciones complejas que impiden el de los suministros de bienes de primera necesidad y agravan el sufrimiento.