El presidente interino de Siria, Ahmed Al Sharaa, forma comités para investigar las recientes oleadas de violencia entre las fuerzas de seguridad y los alauitas leales al derrocado presidente Bashar Al Assad.
Una emboscada a una patrulla de seguridad siria por parte de hombres armados leales al derrocado líder Bashar Al Assad derivó en enfrentamientos que, según estimaciones de un observatorio de la guerra, han causado la muerte de más de 1.000 personas en cuatro días. El ataque del jueves, cerca de la ciudad portuaria de Latakia, reabrió las heridas de los 13 años de guerra civil del país y desencadenó la peor violencia que Siria ha vivido desde diciembre, cuando los insurgentes liderados por el grupo islamista Hayat Tahrir Al Sham, o HTS, derrocaron a Assad.
La contraofensiva contra los leales a Assad en la región costera, de mayoría alauita, sembró el caos en varias ciudades y pueblos. Los grupos de derechos humanos denunciaron decenas de asesinatos por venganza cometidos por militantes suníes contra la secta islámica minoritaria, independientemente de que estuvieran o no implicados en la insurgencia.
En su emboscada, los pistoleros alauitas pro Assad arrollaron a las fuerzas de seguridad gubernamentales y posteriormente se hicieron con el control de Qardaha, ciudad natal de Assad, mientras Damasco se apresuraba a traer refuerzos. El portavoz del Ministerio de Defensa, el coronel Hassan Abdel-Ghani, declaró el domingo que las fuerzas de seguridad han recuperado el control de la región y seguirán persiguiendo a los líderes de la insurgencia galvanizada.
Pero a pesar de que las autoridades pidieron el fin de la incitación sectaria, los enfrentamientos se volvieron mortíferos y murieron muchos civiles. Al parecer, la mayoría de los muertos son de la comunidad alauita, que vive principalmente en la provincia costera del país, incluidas las ciudades de Latakia y Tartus. Los grupos de derechos humanos calculan que murieron cientos de civiles.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos dijo que habían muerto 745 civiles, la mayoría en tiroteos. Además, murieron 125 de las fuerzas de seguridad gubernamentales y 148 militantes de grupos armados afines a Assad. El nuevo Gobierno interino de Siria está gobernado por islamistas suníes. El presidente interino, Ahmad Al Sharaa, exdirigente del HTS, ha prometido que el país pasará a un sistema que incluya al mosaico de grupos religiosos y étnicos de Siria en unas elecciones justas, pero los escépticos se preguntan si eso ocurrirá realmente.
Al Sharaa hizo un llamamiento a los sirios y a la comunidad internacional en un discurso pronunciado el fin de semana, en el que pedía que rindieran cuentas quienes hicieran daño a civiles y maltrataran a prisioneros. Al Sharaa culpó del estallido de violencia a los restos del anterior Gobierno y a algunos partidos extranjeros que los apoyan, y formó un comité compuesto en su mayoría por jueces para investigar la violencia.
El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, instó a las autoridades sirias a "exigir responsabilidades a los autores de estas masacres". Añadió que Estados Unidos "está con las minorías religiosas y étnicas de Siria, incluidas sus comunidades cristiana, drusa, alauita y kurda".